lunes, 2 de diciembre de 2013

Ecos de ayer.

Monotipia sobre papel.

                                     

Ecos de ayer.



"Cuando la pared es
tan sólo la pared,
cuando el olvido se
vuelve un sin embargo,
cuando los sueños se rinden
y sin motivo se mira,

cuando ella y él se quedan esperando"

- ¿Cuándo fue la última vez que amaste?,
le preguntó ella sosteniendo sus manos al
igual que la mirada, sentados ella y él en
un viejo sillón, una fría tarde.

- No lo sé, le respondió él, seguramente hace
mucho, supongo, casi ni recuerdo lo que se
siente amar y ser amado, que me importe y
ser importante para alguien.

El café humea, los cigarros se suceden,
el silencio es la respuesta a la mayoría de las
preguntas que a esta altura, ya no tienen sentido,
por lo menos para él. Ella está ahí, compartiendo
su tiempo, intentando ayudarlo, transformarse en
su sostén, ella sigue ahí, sosteniendo sus manos,
tratando que él entienda que aún queda mucho
por hacer, que siempre hay algo por rescatar
y que, lo veamos o no, sepamos de él o no,
siempre hay alguien que nos recuerda y que a su
manera, nos quiere. Ella quiere que él sepa que
nunca nadie está solo, que siempre hay alguien.

Él hace como que la escucha, su cuerpo está ahí,
lo sabe por el café y los cigarros que ya se terminaron,
lo siente por esas otras manos que no son las suyas,
él está ahí, él y su soledad, pero no siempre fue así.

Hubo otros tiempos de mirada franca, de frente en alto,
de voz firme y un amor, hubo momentos de felicidad,
de plenitud, hubo espacios de goce y de placer, hasta
hubo hijos que criar y que crecieron y un día dijeron adiós.
El tiempo pasó, los errores se acumularon, los silencios
fueron el discurso cotidiano, la pasión dejó lugar a la
hipocresía y a la mentira y un día, en medio de reproches
y él sin poder articular palabra, eso le pasa cada vez que
él se enoja con él y con el mundo, se ofende de tal manera
que las palabras también huyen de él, y no puede hablar,
y un día, la casa fue un lugar enorme lleno de
sombras y de abandono y de cosas muertas y se llevaron todo,
hasta sus ganas de vivir.

Ella sigue ahí, ella amiga,
mujer amante ella que de a ratos, cuando él se lo permite,
le recuerda que aún sigue siendo un hombre.

Ella y él saben por qué.

Marcelo Roberto Galán Capel.
Tinta de Sangre.
Poeta Argentino.

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